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- miércoles, 26 de noviembre de 2014

¿Es buena idea limitar los coches de fábrica?


Hoy vamos a plantearnos un futuro alternativo en el que los coches podrán ser capados a discreción, para impedir a los conductores que saquen todo el jugo a sus prestaciones. Quizás no sea tanto un futuro alternativo, como nuestro futuro real a corto plazo, sobre todo si prosperan las ideas sobre limitar los coches desde la fábrica. ¿Qué significa eso? Empecemos desde el principio. Existen argumentos que razonan que, ya que las carreteras tienen un límite de velocidad general que es de 120 km/h (teóricamente en algunos tramos se podría llegar legalmente a 130 km/h), ¿para qué desarrollar motores que permitan ir a más velocidad?
 

Es más, aun concediendo que se fabriquen esos motores con potencias capaces de llevarnos a los 250 km/h, y más, ¿por qué no poner un límite artificial para que la gente no corra? Al fin y al cabo, los coches de hoy en día son todo electrónica, y basta con imponer a la centralita que corte la inyección a determinada velocidad. Tal cual hace el limitador de velocidad manual de muchos modelos, pero ya desde fábrica, y teóricamente imborrable.

Matar moscas a cañonazos

Este tipo de argumento es el típico que se genera en entornos que son más represivos que resolutivos. No me refiero a represión en el sentido de otras épocas de la vida en España, sino a pensamientos que favorecen el control sobre los individuos antes que la más lógica intención de concienciar a las personas sobre los efectos negativos de la velocidad excesiva. Hablando en plata, ¿quién te ha dicho que quiero que me limites la velocidad “de fábrica”? O atacando directamente el problema, ¿quién te dice que no sé circular sin ponerme en peligro, ni poner en peligro a otras personas?

Está claro que existen muchos argumentos contra este tipo de propuestas, pero también quiero dejar claro que no apoyo el exceso de velocidad, porque la velocidad legal ha de respetarse. Otra cosa es que no me guste y trate de solicitar el cambio, el aumento mejor dicho, de la forma que mejor me parezca, pero esa forma no consiste en circular a la velocidad que me venga en gana. Como digo, cada uno pensará a su manera, pero yo tengo mis razones para no pasarme de la velocidad máxima…
De hecho, enlazando con este pensamiento, veo muy claro que la limitación de fábrica de los coches tendría efectos muy negativos: los pirateos de la centralita estarían a la orden del día. Y, ¿qué pasaría con los coches que ya circulan? Nadie en su sano juicio querría limitar voluntariamente su coche, sobre todo porque es algo que no tiene sentido. En resumen, quien defiende esta limitación nos dice a todos los conductores que no somos de fiar, y aparte de eso no tiene idea de lo que significa conducir.
La solución no es limitar los coches, es adaptar la infraestructura

La infraestructura de carreteras en España es vetusta, y viene de tiempos pasados. Los diseños de las carreteras se hacen en base a “planos” y directrices obsoletas, y todo lo que rodea a su construcción está diseñado con la limitación a 120 km/h en mente: las resistencias de los materiales de protección y su capacidad de absorción de energía, principalmente. Incluso el firme (asfalto) y el trazado no sugieren que se pueda circular con seguridad a velocidades más altas.

En el caso de los coches, cualquiera que haya probado, al menos, un par de modelos nuevos sabe que su comportamiento es impecable a altas velocidades, y de hecho me atrevo a decir que el límite de los coches es muy superior al de los conductores, gracias a los sistemas de seguridad activa y a elementos tan buenos como los chasis modernos, los neumáticos y las suspensiones. No hay queja.
Pero de las carreteras, sí que hay quejas. Todos conocemos tramos descuidados, con asfalto en malas condiciones, o roto; zonas que parecen sacadas de Cuéntame; tramos con curvas que no incitan a correr (o sí, pero que no nos invitan a hacerlo con seguridad) e incluso tramos en los que sabemos que, si nos saliésemos de la carretera, pareceríamos protagonistas de alguna antigua serie de coches y despeñamientos.

La solución no es limitar la capacidad de los coches, sino aumentar la capacidad de la vía y la capacidad de los conductores. Todos somos estupendos “aceleradores” en línea recta, pero el negociado de curvas a alta velocidad, o las frenadas enérgicas de verdad, la conducción deportiva efectiva, eso no está tan al alcance de todo hijo de vecino. Señores legisladores, más esfuerzo (y dinero, claro, que no todo es escurrir el bulto y pasar la pelota a los fabricantes) en adaptar la infraestructura al siglo XXI, y menos ideas peregrinas.
 

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